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Blog del Caminante |
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A través de este Blog, todos los caminantes podrán intercambiar sus experiencias y exponer sus criterios y sugerencias sobre aspectos relacionados con el Camino de Andorra
Coordinará el Blog: Jordi Piferrer *
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Todas las actividades, se visualizan por orden
Cronológico
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También pueden verse según los bloques temáticos:
Caminadas,
Expediciones de evasión,
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Cultura, fiestas y tradiciones.
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26 de junio de 2018
Más sobre la Rosa de Rialb
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San Josemaría, después de toda una noche de intenso sufrimiento interior y de llantos continuos porque dudaba si estaba haciendo o no la voluntad de Dios, suplicó al Señor que le diera una señal de que hacía bien continuando su camino hacia Andorra.
Una rosa de madera dorada que halló en el suelo de la iglesia de Pallerols, la mañana del 22 de noviembre de 1937, lo llenó de gozo y fue una señal para él de que estaba haciendo la voluntad de Dios.
La primera vez que San Josemaría escribe sobre este hecho, es el 22 de diciembre de 1937, justamente un mes después de haber encontrado la rosa en Pallerols. Estaba haciendo un curso de retiro en el Palacio Episcopal de Pamplona y escribe en sus "Apuntes íntimos", concretamente el que lleva el número 1440, fechado como se ha dicho el 22 de diciembre.
El punto 1440 comienza así:
Me estoy acordando de la rosa de oro -¡De madera dorada! - que me dio el Señor en Pallarols. Con el arcipreste de Pons, visitamos la iglesia profanada de Pallarols. Estuve mirando bien, con todo interés, por la iglesia y sacristía, para ver si habia alguna pequeña cosa que pudiera llevarme como recuerdo. No había nada.
Por lo que escribe San Josemaría, la primera vez que sube a la iglesia de Pallerols debía ser el 20 de noviembre, que es el día que llegaron a Vilaró procedentes de Peramola. En esta casa encontró a Mn. Nicolau Auger y Ortodó, arcipreste de Ponts, que estuvo escondido durante toda la guerra en esta casa. Juntos subieron a la iglesia de Pallerols para ver si encontraban algo para desagraviar y llevarse de recuerdo. No vieron nada.
También la noche del 21 de noviembre, antes de pasar la noche en una dependencia de la rectoría de Pallerols (que ellos pensaron que era un horno), San Josemaría bajó a la iglesia y tampoco vio nada.
Lo recuerda Francisco Botella en el año 1975:
"Nos enteramos que el sitio que estábamos ocupando había sido la casa del Rector de esta Parroquia. Pere nos indicó también por dónde se comunicaba sin salir fuera, con la Iglesia. El Padre y algunos fueron a verla. Yo no recuerdo haberla visto, por lo menos con detalle, era de noche por otra parte y la luz de la vela que teníamos era escasa.
El Padre y los demás dijeron —yo solo lo vi desde la puerta— que había sido, como tantas otras, quemada y destruida por dentro".
Aunque no había encontrado nada ni el día 20 ni el 21, la madrugada del día 22, después de suplicar al Señor una señal, en el número 1440 de los "Apuntes íntimos" continúa describiendo en primera persona lo que sucedió en la iglesia aquella mañana:
Entonces, con moción interior que coaccionaba mi voluntad, le dije al Señor: "si estás contento de mí, haz que encuentre algo", y pensé en una flor o adorno de madera de los desaparecidos retablos. Volví a la iglesia (estaba en la sacristía), miré por los mismos sitios donde había mirado antes..., y encontré en seguida una rosa de madera estofada. Me puse muy contento y bendije a Dios, que me dio aquel consuelo, cuando estaba lleno de preocupación por si estaría o no Jesús contento de mí.
En los "Apuntes íntimos" no hay otro punto que hable de la Rosa de Rialb. Este punto 1440 es el único que habla de ello.
Francisco Botella, en las testimoniales de 1975, recuerda:
"El Padre había pasado una prueba durísima, que le tuvo más que muerto en su sufrimiento. Sentía la seguridad de no estar en gracia de Dios y esto le tuvo angustiado y le dejó como una piltrafa: se sentía apartado del Señor, como si realmente lo estuviera y esto le rompía su alma de dolor. Duró toda la noche.
Pidió al Señor una prueba de Paz, "no sé si se puede hacer, no lo haré más", le oí al mismo Padre decir. Esta prueba que pidió quedó entonces en su alma. Inmediatamente avanzó hacia la Iglesia -cuando al salir del horno nos dejó por un tiempo-. Allí, lleno de gozo, que rebosaba su corazón, obtuvo la respuesta de Dios, de manos de la Virgen. Y en aquella rosa que trajo en su mano estaba encerrada la paz de Dios y el consuelo de la Virgen".
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27 de diciembre de 2017
La Borda de Conorbau
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El día 30 de noviembre de 1937, los componentes de la expedición en la que iba san Josemaría durmieron en una borda. Juan Jiménez Vargas le llama "el corral de Baridà". Leyendo los documentos históricos se llega a la conclusión de que desde esta borda se ve por una parte la Seu de Urgell (Antonio Dalmases, 1937) y por otra las edificaciones de Conorbau (Juan Jiménez Vargas, 1980).
Dice Antonio Dalmases (1937):
Estamos ahora a vista de Seo de Urgel y la claridad es ya grande; apretamos el paso y pronto llegamos a las siete de la mañana a una casa abandonada que ha de cobijarnos hoy. Entramos y vemos la casa que no tiene más que un standard de un piso abandonado. Cada uno busca un sitio donde tenderse; yo como un poco, cambio el calzado y me tiendo en un pesebre: no puedo moverme pero estoy relativamente bien, hay unas ramas que me sirven de colchón, la mochila para apoyar la cabeza y la manta y el pluma para taparme. Las órdenes para hoy son severísimas, no podemos hablar alto ni salir de la casa. Pronto el cansancio me vence y después de las catorce horas que hemos andado, mi lecho me parece una cama de verdad. Aquel día fue larguísimo, pues lo pasamos viviendo y durmiendo en un establo oscuro y con mal olor. Veíamos la luz del día sólo por una ventana que nos dejaba ver Seo de Urgel, con sus miles de carabineros vigilando y las cumbres nevadas de Andorra, nuestra tierra de promisión.
Y Juan Jiménez Vargas (1980):
Llegamos todavía de noche a un corral de ganado que parecía aislado en el campo. Cirera entró por la ventana y abrió la puerta desde dentro. No sabíamos dónde estábamos. Después nos hemos enterado de que lo llamaban el corral de Baridá. Ya de día vimos que estábamos en un sitio llano con praderas.
A menos de medio kilómetro se veía una casa, y un poco más cerca otra —Cornabau— y tapias de ganado. Al parecer, estábamos en uno de los núcleos de concentración de emboscados que reunía condiciones especialmente favorables para esconderse. Está en alto, a unos 1.200 metros. Hacia el oeste el monte alcanza altitudes de 1.700 a 1.800 metros, que seguramente eran un buen sitio para huir en caso de alarma. Adentrándose un poco en aquel bosque, se encuentra un dolmen bien oculto por el ramaje.
En el Diario (1937) se explica:
Son las seis y media. Ha sido una jornada larga y pesada. En la casa, nos acomodamos todos nosotros en un cuartito, que probablemente sería conejera, y nos tumbamos dispuestos a descansar. ¡Qué dura está la cama! sin paja, y sólo con unas ramas secas en el suelo, se está francamente mal.
Conclusión
Con estas informaciones pudimos localizar con certeza la borda donde descansaron el día 30 de noviembre de 1937, que sólo puede ser la Borda de Conorbau, que años más tarde se la llamó también "Bordeta estropeada de Baridà" para distinguirla de la "bordeta de Baridá" que hay más adelante, antes de llegar a la casa de Baridà.
El nombre le viene del hecho de que algunos años antes de 1937, los de Baridà compraron todas las propiedades de Conorbau. Cuando más adelante la borda de Conorbau se empezó a derrumbar, se la nombró también Bordeta estropeada de Baridà.
De todas las edificaciones de la zona de Conorbau-Baridà, la única borda desde donde se ve la Seu de Urgell y las casas de Conorbau es la Borda de Conorbau. A partir de este detalle ha quedado bien localizada.
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14 de noviembre de 2017
El pueblo de Ares
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En 1937 en el pueblo de Ares había cuatro casas: Cal Nadal, Cal Duric, Cal Rei y Cal Fiter, con sus correspondientes corrales para el ganado. Estaba, además, la iglesia y la rectoría. Por aquellos años, en Cal Fiter vivían los Bullich que rebautizaron la casa como Ca l'Esparrica. Los Fiter vivían desde el año 1711 en Cal Marqués, de La Seu d'Urgell. Manuel Fiter pasó a Andorra el 21 de julio de 1936, acompañado precisamente por el mismo Josep Cirera.
En enero de 2007 pude hablar con Paco Bullich y Bentanachs, que el año 1937 vivía en Cal Fiter. Había nacido allí el 11 de noviembre de 1917, hijo de los caseros
de aquella casa. Los Bullich procedían de la Guardia de Ares y fue el abuelo de Paco quien se había trasladado a Ares hacía años, como casero de Cal Fiter. El padre de Paco se llamaba Albert Bullich y Llach y la madre María Bentanachs y Oliva; era hermana del dueño del Baridà, Francesc Bentanachs y Oliva. Los de Cal Baridà también pasaban gente hacia Andorra.
Cal Fiter es la casa más grande del pueblo. Tiene unos corrales y un pajar delante, hacia poniente, que son los primeros edificios que se encuentran viniendo del Valle de Cabó y, por tanto, los primeros que encontraban las expediciones que venían de allí.
Paco Bullich recuerda perfectamente que en el año 1937 a menudo pasaban fugitivos por delante de su casa. Cuando llegaban a Ares, la mayoría descansaban en el corral que hay delante de la casa, fatigados por la fuerte subida desde el Valle de Cabó, y algunos pedían algo de comer. Recuerda que en una ocasión eran más de treinta los que había que alimentar, y que se dividieron entre las otras casas del pueblo. Tenían corderos, gallinas, etc. Por la zona de Ares se recolectan unas patatas de muy buena calidad, como también nos lo ha recordado Josep Cirera.
En el mes de septiembre de 1937, Paco fue llamado a filas, y desde entonces hasta que acabó la guerra pasaba casi todo el día escondido por los bosques de Ares. Tuvo la oportunidad de observar el paso de muchas expediciones y recuerda especialmente al guía el Bitllà de les Anoves, famoso por su profesionalidad y honradez.
Escribe Juan Jiménez Vargas (1980):
En lo alto de la montaña, a unos 1.500 metros de altitud —Sierra de Prada—, junto al pueblo de Ares, paramos en un corral, esperando a uno que se unía a la expedición o a alguno de los paqueteros del contrabando. Se pudo descansar como una media hora, que era imprescindible, porque la subida había sido una paliza, para muchos, más agotadora que la de la noche anterior. Entre los más jóvenes ya los había tan descompuestos que tenían ganas de abandonar. Y no digamos cómo iban los que ya habían empezado a fallar en las primeras jornadas.
Y Francisco Botella (1975):
Nos condujeron a una edificación baja, pequeña; dentro había restos de paja y de pienso. Era un depósito de alimentos para el ganado. Antonio había ido a ver si podíamos ocuparla, cuando nos dejó sin explicación alguna y, como siempre, luego daba luz verde para que pudiéramos seguir sus planes: ahora se trataba de descansar un rato.
Creo que sería una hora la que tuvimos de alivio, tumbados y con buena temperatura. Luego, a continuar.
Y Antonio Dalmases (1937):
En la cima hay una casa, donde hemos de recoger a un muchacho y, mientras le esperamos, entramos en la cuadra. Allí, sobre la paja y entre los animales dormidos, comemos un poco.
Conclusión.- De todo ello podemos deducir que, muy probablemente, los componentes de la expedición de noviembre de 1937 descansaron en el primer corral que se encuentra al entrar al pueblo de Ares viniendo de la Oliva de Cabó, y que corresponde a la casa de Cal Fiter.
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22 de octubre de 2017
La Virgen y la Rosa de Pallerols
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Algunas personas se preguntan si la Virgen intervino realmente en el hecho de que san Josemaría encontrase una rosa de madera estofada en la iglesia de Pallerols.
Según nos cuenta el mismo san Josemaría, parece que la Virgen no intervino.
-En efecto, san Josemaría el 22 de diciembre de 1937 escribe en los Apuntes íntimos:
"Entonces, con moción interior que coaccionaba mi voluntad, le dije al Señor: "si estás contento de mí, haz que encuentre algo", y pensé en una flor o adorno de madera de los desaparecidos retablos. Volví a la iglesia (estaba en la sacristía), miré por los mismos sitios donde había mirado antes..., y encontré en seguida una rosa de madera estofada. Me puse muy contento y bendije a Dios, que me dio aquel consuelo cuando estaba lleno de preocupación por si estaría o no Jesús contento de mí". Citado por ANDRÉS VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei, tomo II, p. 195 y nota 171.
Habla solo que le dijo al Señor, no a Santa María.
-En otra ocasión, en una meditación del 14 de febrero de 1964, dice:
"Cuando estaba comido de preocupaciones, ante el dilema de si debía pasar, o no, durante la guerra civil española, de un lado a otro, en medio de aquella persecución, huyendo de los comunistas, viene otra prueba externa: esa rosa de madera. Cosas así: Dios me trata como a un niño desgraciado al que hay que dar pruebas tangibles, pero de modo ordinario". Citado por ANDRÉS VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador..., tomo II, nota 170.
Dios me trata, no habla de Santa María.
-En cambio, en 1961, san Josemaría decía a un grupo de fieles del Opus Dei, que la rosa fue un regalo de la Virgen:
"Es una rosa de madera estofada, sin ninguna importancia. Allí, cerca del Pirineo catalán, la tuve por vez primera entre las manos. Fue un regalo de la Virgen, por quien nos vienen todas las cosas buenas. ¡Tantas veces la hemos llamado Rosa Mística!..." Citado por ANDRÉS VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei, tomo II, página 195.
-Los expedicionarios que acompañaban a san Josemaría en el paso de los Pirineos no dudan en afirmar que fue una gracia de Dios a través de la Virgen, pues así lo habían oído muchas veces de san Josemaría.
-Francisco Botella escribe en el año 1975:
"En la iglesia, lleno de gozo, que rebosaba su corazón, obtuvo la respuesta de Dios, de manos de la Virgen. Y en aquella rosa que trajo en su mano estaba encerrada la paz de Dios y el consuelo de la Virgen. El Padre quiso que lo supiéramos, sin comentarios, como siempre hacía."
-Y Pedro Casciaro escribe también en el año 1975:
"Me limito a dar gracias a Nuestra Señora de todo corazón porque aquella noche confirmó a nuestro Fundador en el camino que debía de seguir, haciéndole superar aquellas amargas incertidumbres. Así como nunca había visto al Padre tan afligido como la noche pasada, tampoco lo vi nunca tan gozoso como aquella mañana."
-También Álvaro del Portillo, sucesor de san Josemaría en el gobierno del Opus Dei y director espiritual suyo afirmó muchas veces que fue un regalo de la Virgen.
- Conclusión
Debemos concluir que la noche del 21 al 22 de noviembre de 1937, san Josemaría invocó repetidas veces a Dios nuestro Señor y a su madre Santa María para que le concediera el don de la paz cuando estaba profundamente angustiado por no conocer con exactitud cuál era la voluntad de Dios.
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24 de junio de 2017
Sobre la casa de Fenollet -2-
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Continúa el relato sobre la casa de Fenollet (Parte 2)
Dice Juan Jiménez Vargas en un escrito del año 1980:
La casa donde teníamos que pasar el día —Fenollet— estaba muy aislada en el monte, a poco menos de 1.000 metros de altitud. Era grande y tenía unos corrales relativamente amplios. Allí, por su situación estratégica, hacían escala expediciones conducidas por diversos guías. Paraban grupos de 10, 20, 30 y aun más, aproximadamente una vez a la semana. Aquella familia se portaba con los fugitivos con una generosidad que era muy de agradecer [...].
A media mañana, cuando casi todos dormíamos en el corral, se presentaron en la casa dos milicianos, preguntando si habían visto gente. Andaban recorriendo aquel camino a la caza de fugitivos. La mestresa —en un alarde de serenidad—, les convenció de que estaba dispuesta a colaborar con ellos en la persecución de facciosos, mientras les servía unos buenos vasos de vino y unas buenas tajadas de pernil. Y cuando acabaron su almuerzo se marcharon sin investigar más [...].
Quizá esta visita intempestiva no fue excesivamente peligrosa.
Pero Eugenio Coll nos decía que este relato sobre los milicianos le parecía un poco exagerado, ya que la gente que paraba en Fenollet no venía a investigar: iba de camino hacia Organyà o a otro lugar. Todos eran muy amigos y tenían un pacto de defensa mutua, fruto de la amistad de muchos años entre las familias de los pueblos y casas vecinas.
Es lógico este razonamiento, ya que cada semana tenían fugitivos escondidos en los corrales, que están a unos veinte pasos de la casa. Si venían grupos con tanta frecuencia es porque estaban seguros de que no habría inspecciones.
Ciertamente, podría ser que pasaran milicianos por la casa, pero el motivo que les llevaba no era de control sino de descanso en la ruta hacia Organyà o hacia Andorra. Otra cosa es cómo lo verían los refugiados, que, por su estado de ansiedad, captaban los peligros con mucha más intensidad.
Este relato de Juan Jiménez Vargas fue escrito en 1980, cuando ya habían pasado más de cuarenta años, y él mismo dice también que esta visita no sería "excesivamente peligrosa".
Paco Botella en el Diario del año 1937 dice:
El 29, pasado en el establo de la casa de campo, a donde llegamos bastante cansados y que esperábamos ver cerca con mucha ansiedad, fue aprovechado para dormir y descansar. Había poca paja, para acostarnos con alguna menor incomodidad, y se nos trajo más al cabo de unas horas. En el pesebre colocamos nuestras mochilas y, sentados en el suelo, nos alimentamos con unas judías que nos dieron, de las que tomamos bastantes. También tuvimos conejo y tortilla. Esto de la tortilla era una novedad: hacía mucho que no habíamos gustado su sabor.
Descansamos bien, y nos supo la parada a maravilla. Hacia las cinco de la tarde, nos avisan para prepararnos para partir: pero se retrasó bastante, pues habían llegado unas personas ajenas a la casa y había que esperar a que se fueran.
También recoge que tuvieron visitas, cosa normal en una casa situada en un camino de tránsito muy frecuentado.
Finalmente, en el diario de Antonio de Dalmases escrito el mismo año 1937, se dice:
Nos conduce a un corral, nos tendemos en la paja y ahí quedamos dormidos. Es el lunes 29 de noviembre.
Hace trece horas que andamos. Alrededor de las diez empezamos a despertar. Comemos un poco; alguien se fricciona y cura los pies. Otros salen a tomar el sol, sentados o tendidos en un patio que hay a la salida del corral. Éste tiene unos ocho metros de ancho y otros tantos de largo, y los 27 que vamos lo llenamos del todo. Para salir hay que cuidar de no pisar a los que todavía duermen. El guía ha tenido que traer unos cestos de paja para esparcirla por el suelo, lo que hace que no se encuentre tan dura la cama. La patrona viene a averiguar lo que cada uno quiere para desayunar, pues el guía ha dicho que economicemos lo que llevamos, ya que después de esta casa ya no hallaremos otra para aprovisionarnos. Unos comen patatas; otros, tortillas, pan, agua y vino. Un gran banquete. Luego yo me tiendo otra vez a descansar [...].
A las dos aproximadamente traen la comida. Puestos en fila, nos van repartiendo un enorme caldero de judías, luego otro de conejo. Es una comida espléndida, comemos con verdadera hambre. Afortunadamente todo es abundante, bueno y caliente.
Luego otra vez a dormir hasta las seis de la tarde que es cuando empiezan los preparativos para la partida.
Esta narración de Antonio Dalmases nos acaba de dar más pistas para saber el lugar exacto donde descansaron. Dice que salieron un momento al patio que hay delante de los corrales, que tiene forma de "L", y hace efectivamente unos ocho por ocho metros.
Conclusión
Todos los escritos que hemos citado coinciden en lo fundamental: que durmieron en un corral junto a otro en el que estaba el ganado, que enfrente había un patio y salieron a estirar las piernas, que comieron muy bien, que les arreglaron la ropa ... Años más tarde, todos recordaban que en Fenollet les trataron especialmente bien. Si algún día pasáis por allí, os tratarán igual de bien. Se ve que esto viene de familia.
También es interesante recordar que los de Fenollet eran parientes de Josep Cirera. En efecto, la dueña de Fenollet se llamaba Rosa Campà Sin, y la madre de Josep Cirera se llamaba María Fábrega Sin, o sea que las abuelas eran hermanas. Esto explica también que Josep Cirera escogiese Fenollet como lugar de descanso para sus expediciones.
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