En las dos noticias publicadas anteriormente, hemos recordado el encuentro de la Rosa en Pallerols la mañana del día 22 de noviembre de 1937 y acto seguido hemos acompañado a san Josemaría en la Cabaña de San Rafael, donde permaneció del 22 al 27 de noviembre. Finalmente, asistimos a la misa que celebró en la Ribalera la mañana del 28 de noviembre.
En la noticia de hoy, le acompañaremos en su recorrido a lo largo de 4 noches desde la Ribalera, de donde salieron a las 5 de la tarde del 28 de noviembre, hasta Andorra donde llegó la mañana del 2 de diciembre.
Cuatro días caminando unas 12 horas de noche, de 6 de la tarde a 6 de la mañana, y descansando 12 horas de día, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Mucho frío, poca comida, caídas frecuentes, uñas de los pies arrancadas, heridas en manos y pies, mucho cansancio y con el miedo de ser descubiertos en cualquier momento. Esta era la tónica de todas las expediciones de evasión a través de los Pirineos en los días de guerra, de 1936 a 1939, y también después durante la 2ª guerra mundial, en sentido contrario, hasta 1945.
La primera etapa nocturna con el nuevo guía, Josep Cirera, desde la Ribalera hasta Fenollet, era larga y dura. Ya en la salida tenían que superar la montaña de Aubenç con una fuerte pendiente, menos mal que al llegar a Fenollet les dieron una comida espléndido.
Antoni Dalmases lo describe en su diario de 1937:
A las dos aproximadamente traen la comida. Puestos en fila, nos van repartiendo un enorme caldero de judías; luego, otro de conejo. Es una comida espléndida; comemos con verdadera hambre. Afortunadamente, todo es abundante, bueno y caliente. Luego, otra vez a dormir hasta las seis de la tarde, que es cuando empiezan los preparativos para la partida.
La caminata de la segunda noche empezó también con una buena subida a la montaña de Santa Fe, seguida de una abrupta bajada hacia el río Cabó y para rematar una larga subida de unos 1.000 m. hasta el Coll de Ares. En esta subida, San Josemaría tuvo un desfallecimiento serio que comprometía que pudiera continuar hasta Andorra.
Lo recuerda Juan Jiménez Vargas en 1980:
La subida de Ares fue especialmente grave para el Padre. La respiración disneica y el pulso incontable hacían temer un fracaso fisiológico como el de Tomás, y, aunque nosotros estuviésemos muy seguros de que superaría la fatiga, otra vez podría ponerse nervioso el guía. |