Associació d'amics del camí de Pallerols de Rialb a Andorra
 
Más sobre la Rosa de Rialb

San Josemaría, después de toda una noche de intenso sufrimiento interior y de llantos continuos porque dudaba si estaba haciendo o no la voluntad de Dios, suplicó al Señor que le diera una señal de que hacía bien continuando su camino hacia Andorra.

Una rosa de madera dorada que halló en el suelo de la iglesia de Pallerols, la mañana del 22 de noviembre de 1937, lo llenó de gozo y fue una señal para él de que estaba haciendo la voluntad de Dios.

La primera vez que San Josemaría escribe sobre este hecho, es el 22 de diciembre de 1937, justamente un mes después de haber encontrado la rosa en Pallerols. Estaba haciendo un curso de retiro en el Palacio Episcopal de Pamplona y escribe en sus "Apuntes íntimos", concretamente el que lleva el número 1440, fechado como se ha dicho el 22 de diciembre.

El punto 1440 comienza así:

Me estoy acordando de la rosa de oro -¡De madera dorada! - que me dio el Señor en Pallarols. Con el arcipreste de Pons, visitamos la iglesia profanada de Pallarols. Estuve mirando bien, con todo interés, por la iglesia y sacristía, para ver si habia alguna pequeña cosa que pudiera llevarme como recuerdo. No había nada.

Por lo que escribe San Josemaría, la primera vez que sube a la iglesia de Pallerols debía ser el 20 de noviembre, que es el día que llegaron a Vilaró procedentes de Peramola. En esta casa encontró a Mn. Nicolau Auger y Ortodó, arcipreste de Ponts, que estuvo escondido durante toda la guerra en esta casa. Juntos subieron a la iglesia de Pallerols para ver si encontraban algo para desagraviar y llevarse de recuerdo. No vieron nada.

También la noche del 21 de noviembre, antes de pasar la noche en una dependencia de la rectoría de Pallerols (que ellos pensaron que era un horno), San Josemaría bajó a la iglesia y tampoco vio nada.

Lo recuerda Francisco Botella en el año 1975:

"Nos enteramos que el sitio que estábamos ocupando había sido la casa del Rector de esta Parroquia. Pere nos indicó también por dónde se comunicaba sin salir fuera, con la Iglesia. El Padre y algunos fueron a verla. Yo no recuerdo haberla visto, por lo menos con detalle, era de noche por otra parte y la luz de la vela que teníamos era escasa.

El Padre y los demás dijeron —yo solo lo vi desde la puerta— que había sido, como tantas otras, quemada y destruida por dentro".

Aunque no había encontrado nada ni el día 20 ni el 21, la madrugada del día 22, después de suplicar al Señor una señal, en el número 1440 de los "Apuntes íntimos" continúa describiendo en primera persona lo que sucedió en la iglesia aquella mañana:

Entonces, con moción interior que coaccionaba mi voluntad, le dije al Señor: "si estás contento de mí, haz que encuentre algo", y pensé en una flor o adorno de madera de los desaparecidos retablos. Volví a la iglesia (estaba en la sacristía), miré por los mismos sitios donde había mirado antes..., y encontré en seguida una rosa de madera estofada. Me puse muy contento y bendije a Dios, que me dio aquel consuelo, cuando estaba lleno de preocupación por si estaría o no Jesús contento de mí.

En los "Apuntes íntimos" no hay otro punto que hable de la Rosa de Rialb. Este punto 1440 es el único que habla de ello.

Francisco Botella, en las testimoniales de 1975, recuerda:

"El Padre había pasado una prueba durísima, que le tuvo más que muerto en su sufrimiento. Sentía la seguridad de no estar en gracia de Dios y esto le tuvo angustiado y le dejó como una piltrafa: se sentía apartado del Señor, como si realmente lo estuviera y esto le rompía su alma de dolor. Duró toda la noche.

Pidió al Señor una prueba de Paz, "no sé si se puede hacer, no lo haré más", le oí al mismo Padre decir. Esta prueba que pidió quedó entonces en su alma. Inmedia­tamente avanzó hacia la Iglesia -cuando al salir del horno nos dejó por un tiempo-. Allí, lleno de gozo, que rebosaba su corazón, obtuvo la respuesta de Dios, de manos de la Virgen. Y en aquella rosa que trajo en su mano estaba encerra­da la paz de Dios y el consuelo de la Virgen".

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